lunes, 11 de junio de 2007

cuarteto amadeus

El Cuarteto Amadeus dio su primer concierto en 1948. El público londinense aclamó al conjunto recién creado por tres músicos de origen austriaco (el nombre no era casual) y un chelista inglés. Poco a poco, sus méritos musicales le fueron abriendo camino y en los años 50 comenzó a grabar, estableciendo pronto una fructífera relación con DG que duró hasta que, en 1987, el grupo se disolvió tras la muerte del viola, Peter Schidlof. (Este final se acaba de repetir con el Cuarteto Alban Berg). En el reciente Boletín de noviembre, Joaquín Martín de Sagarminaga se ocupó del Amadeus comentando 2 DVD dedicados a Britten y Schubert, de nuevo protagonista en este álbum de Andante, con su Cuarteto La muerte y la doncella, una de las cimas de su catálogo. El Amadeus da, en este registro de 1954, lo mejor de sí mismo, en una versión arrebatada, de intensidad febril mantenida admirablemente a lo largo de toda la obra. La dificultad, acaso no del todo aparente, que sus pentagramas plantean a los cuatro instrumentistas, es superada sin problemas y -lo que es más importante- con óptima calidad interpretativa: una versión que se sitúa entre las mejores de una discografía muy rica. Completa el segundo CD una preciosa versión del último Cuarteto beethoveniano, el Opus 135. El Amadeus fue para muchos aficionados -entre los que me incluyo- guía casi único en los años 60 para el conocimiento de la colección beethoveniana (la actual riqueza de catálogo, pese a los vaivenes que imponen las leyes del "mercado", era inimaginable entonces) por lo que nuestra gratitud para el Amadeus será de por vida. Esta versión de la Opus 135 conserva intacta su calidad y explica por qué DG confió en estos artistas y el éxito que obtuvieron. El "Lento assai, cantante e tranquillo" es todo eso que Beethoven requiere: un remanso de paz como conclusión de la batalla continua que fue su vida, una música sublime que los Amadeus recrearon conmovidos hace medio siglo en la sala Bismarck de Colonia sin que el resultado haya perdido un ápice de su impacto. Este variado panorama de la Primera Escuela de Viena incluye también la Gran fuga de Beethoven, primitivo final del Cuarteto Op. 130 que Beethoven reemplazó -con buen criterio, creo yo- por un movimiento más sencillo y adecuado. El Amadeus sale airoso de la terrible prueba que plantea esta Fuga gracias no solo a su buena forma técnica (estamos en 1957) sino, sobre todo, a su lucidez de criterio y rigor musical. Deslumbrante la interpretación del Quinteto K515 de Mozart, una de sus obras más radiantes y hermosas, en la que resalta la extraordinaria capacidad de diálogo del grupo, aumentado en esta ocasión con el viola sudafricano Cecil Aronowitz, compañero de los Amadeus en varios registros oficiales para DG. Es todo un placer escuchar el canto puro, de sonido bellísimo, auténticamente mozartiano, de Norbert Brainin, líder del Cuarteto y, en el final, el perfecto encaje del intrincado contrapunto mozartiano, urdido magistralmente con los materiales clásicos más sencillos, del que nos despedimos con pena, deseando que ese sublime juego polifónico no terminase nunca. El doble estuche se completa con un soberbio Cuarteto, el Opus 74.1 en do mayor, fruto de la madurez de Haydn, que los Amadeus tocan con una precisión, un dominio del estilo y un buen gusto que si hoy no sorprenden como debieron de hacerlo hace 50 años es, precisamente, porque ellos contribuyeron a establecer esos requisitos que hoy son patrimonio de todos los intérpretes de estas obras maestras. Excelentes tomas monoaurales de la Radio de Colonia.

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